Por Amado Villarreal
En Perspectiva
El Ambicioso Plan México y sus Limitaciones 2025 inició con un Plan de Desarrollo Económico y Regional muy ambicioso presentado por la Presidenta Claudia Sheinbaum, llamado Plan México, sin duda en la dirección correcta, ya que se orienta a sectores estratégicos, al desarrollo regional , a la participación del sector privado, a la atracción de inversión extranjera vía el “Nearshoring”, al desarrollo de infraestructura, en particular a la energética, a sectores de la nueva economía, a la sostenibilidad y al fomento de la investigación y la innovación.
Sin duda en la dirección deseada para una economía como la de México que requiere urgentemente una política industrial que lleve al país a una mayor sofisticación de lo que produce, para lograr quedarse con el mayor valor agregado posible de las industrias globales en las que participa, y así crear empleos de mayor valor para su gente.
Desde luego que este Plan ya es un nuevo lenguaje del gobierno después de seis años con Andrés Manuel López Obrador, que desdeñaba la participación privada en la economía e incluso al mismo crecimiento económico, mencionando que no era el indicador importante del éxito económico.
Sin embargo, en primera instancia, al ser un plan muy ambicioso parecería más un plan de Gran Visión que trasciende la administración actual que termina en 2030. Para llevarlo a cabo solo en términos de infraestructura energética, supera los próximo cinco años de gobierno con tranquilidad, por la naturaleza, sofisticación y monto de las inversiones.
Al ser un Plan de Gran Visión llama la atención el no definir los criterios para seleccionar los Polos de Desarrollo y los Sectores Estratégicos, así como la ubicación de estos sectores en sus correspondientes polos de desarrollo regional. Lo anterior en razón que un Plan de esta envergadura normalmente requiere para su éxito de un enfoque de desarrollo endógeno, es decir que los diferentes actores involucrados estén presentes en su formulación para su respectiva apropiación y por lo tanto compromiso para llevarlo a cabo, sobre todo en una temática donde el sector privado juega un papel clave para potenciar el éxito del Plan. Se percibe incluso extraño que en los tres meses anteriores a la presentación del Plan se hayan hecho reformas constitucionales, sin haber necesariamente, un común acuerdo entre sector público y privado.
Más aún, y un reto que surge recientemente son las asimetrías que tiene el Plan con el nuevo gobierno de los EE. UU. con Donald Trump. Primero, la Administración Trump se perfila para un cambio en su política energética para favorecer los hidrocarburos, lo cual contrasta con una política más verde en la Administración Sheinbaum. Segundo, es nuestro deseo ahora con el Plan México de atraer inversión extranjera, dándole vida al “Nearshoring” nuevamente, sin embargo, la política estadunidense está pensando en repatriar inversiones para crear una segunda era de manufactura en EE. UU. y llevarse los empleos a sus regiones donde tiene sus compromisos electorales. Tercero, a su vez todo el Plan se apoya en sectores estratégicos que tienen sin duda una naturaleza binacional de intereses con EE. UU., como el sector automotriz, aeroespacial y semiconductores, sin embargo, los estadounidenses están pensando en aranceles para no solo volver atraer las inversiones de sus empresas sino limitar el comercio con México y Canadá, producto de los déficits comerciales con cada país.
Todo lo anterior muestra que el “timing” no parece ser el ideal, e incluso puede verse irreal. En este contexto será prudente darle orden a las iniciativas y a los esfuerzos de coordinación dentro del gobierno mexicano, así como con el sector privado. Bajo un orden económico, primero hay que crear las bases de confianza para detonar la inversión nacional y extranjera; segundo, crear la infraestructura necesaria para poder hacer factible el despliegue de política industrial y regional; tercero, diseñar una política comercial que permita diversificar mercados y aliados comerciales que den factibilidad al plan; cuarto, renegociar el TMEC enfocando los esfuerzos en mantener la relación comercial binacional y hacer factible el despliegue sectorial.
A pesar de todas las críticas, dudas y observaciones; no deja de ser positivo e incluso alentador por fin hablar de estrategias de desarrollo económico con un enfoque industrial y regional. Habrá que aprovechar el diálogo con el Gobierno, que se perdió en el sexenio pasado, y construir en conjunto las condiciones que puedan moldear este Plan para hacerlo en realidad factible para bien de México y sus generaciones futuras.