Desde la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum, se han emitido una serie de anuncios en materia económica que han sido bien recibidos por el sector empresarial. Los compromisos de su administración reflejan una atención cuidadosa a los principios de estabilidad macroeconómica, como la disciplina del gasto público y el equilibrio entre deuda y PIB. Además, se subraya el respeto total al Banco de México y la contención de la inflación.
En el ámbito tecnológico, la Presidenta ha expresado un firme compromiso con la digitalización, el avance tecnológico y la innovación, vinculando estas áreas con incrementos salariales que superen el índice inflacionario y una transición gradual hacia una semana laboral de 40 horas, lo cual será efectivo si se da un aumento de la productividad.
La política energética de Sheinbaum se centra en el impulso a las energías limpias, fortaleciendo empresas estatales como PEMEX y la CFE. Destacan los planes para priorizar la producción de PEMEX hacia el consumo nacional y asegurar que la CFE genere el 54% de la electricidad del país. También existen promesas claras hacia el fomento de energías renovables, un aumento en la producción nacional de petroquímicos y fertilizantes, y la promoción de nuevas inversiones a través del “nearshoring”.
Otro aspecto relevante es la consolidación de destinos específicos para la inversión y el desarrollo de infraestructura, como se proyecta con la creación de polos de desarrollo y 100 nuevos parques industriales, asegurando así una adaptación económica sostenible y diversificada. Estos componentes forman parte de un listado más extenso de 100 compromisos mostrado en el documento que define el “Segundo Piso de la Transformación”.
También esos primeros días de la nueva Administración Federal la Secretaría de Economía, liderada por Marcelo Ebrard, ha delineado un amplio plan para el periodo 2024-2030 que busca impulsar el desarrollo económico del país. Este ambicioso plan se centra en revisar y adaptar las políticas industriales y económicas frente a los cambios en el entorno internacional, especialmente en el contexto del creciente proteccionismo en Estados Unidos y la guerra comercial entre China y Estados Unidos.
Uno de los ejes principales del plan es la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), con un enfoque en fortalecer el contenido nacional y aumentar el valor agregado en las cadenas de producción. Esto incluye reducir la dependencia de importaciones asiáticas, trabajando estrechamente con las principales empresas importadoras del país para fortalecer las cadenas de valor nacionales.
Los sectores prioritarios identificados, como el automotriz, nueva medicina, electrónicos, aeroespacial, y generación de energía, representan áreas donde México puede desarrollar ventajas competitivas significativas. Además, se ve al nearshoring como una oportunidad clave para México; el plan busca facilitar y fortalecer este proceso para desarrollar polos de desarrollo que aprovechen las tensiones comerciales actuales, particularmente en sectores donde China podría perder terreno.
En términos de inversión, el Portafolio de Inversión 2025 pretende acelerar la inversión económica mediante la aplicación de prácticas globales efectivas, inspiradas en el modelo de China. Este enfoque incluye un banco de desarrollo para vincular proyectos con tendencias globales, financiamientos innovadores como el “Investment and Loan Linkage Mechanism” (ILLM), y una integración estratégica de planes de desarrollo a nivel central y local. Estos mecanismos buscan no solo optimizar la eficiencia del gasto, sino también compartir riesgos y acelerar la implementación de proyectos.
El desarrollo tecnológico se proyecta como un pilar fundamental, con un objetivo de incrementar significativamente la inversión en I+D, alineando a México con las prácticas de países líderes en tecnología y así potenciar su capacidad para generar patentes y tecnología propia. Además, se propone reducir la informalidad económica mediante la digitalización, buscando hacer más accesibles los servicios financieros y los incentivos para la formalización de las empresas.
Finalmente se puede destacar la importancia de la tecnología y la innovación como motores de crecimiento que se está planteando, así como el impulso del “nearshoring” para fortalecer las capacidades productivas nacionales.
Lo anterior en un marco de compromisos hacia la sustentabilidad y el fortalecimiento energético a través de empresas estatales, subrayando la importancia de mayores inversiones y el fortalecimiento de las cadenas de valor nacionales.
Sin embargo, En lo que respecta al sector energético resulta complicado entender la coherencia entre una política de innovación y desarrollo tecnológico nacional con una política de fortalecimiento de empresas estatales. Lo anterior ya que los modelos monopólicos no logran potenciar la innovación, como si lo hacen los modelos competitivos, que estarían olvidados en los eslabones de la cadena de valor energética donde PEMEX y CFE afianzan su posición dominante.
¿Cómo esperar desarrollo tecnológico que compita en la arena global en eslabones de la cadena energética como son los casos de transmisión, distribución e incluso generación en el sector eléctrico; y las actividades upstream primordialmente así como parcialmente las de downstream para el sector de hidrocarburos? Todo un reto.