Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en 2025, la política energética de Estados Unidos está a punto de enfrentar un cambio radical, en esta dirección podemos delinear los componentes más significativos de su probable agenda energética, que se caracteriza por un enfoque en los combustibles fósiles, la desregulación y un retroceso en las políticas de energía limpia establecidas por la administración Biden.
1. Reversión a Acuerdos Internacionales y Políticas Federales
Una de las acciones más anticipadas por Trump es su retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Su administración probablemente buscará no solo salir nuevamente de este acuerdo, sino también retirarse de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, un movimiento que complicaría su reingreso en el futuro. Tal decisión fortalecería las posiciones de países como China en el liderazgo climático global, mientras que EE. UU. cedería influencia en negociaciones cruciales.
2. Desregulación de Combustibles Fósiles
Trump ha prometido desmantelar gran parte de la regulación ambiental implementada por la administración Biden, que busca limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Se espera que elimine regulaciones sobre el fracking y alivie las restricciones sobre la perforación de petróleo y gas en tierras federales. En su mandato anterior, llevó a cabo políticas que permitieron a EE. UU. convertirse en el mayor productor de petróleo y gas del mundo. Este impulso hacia la “dominancia energética” parece ser un pilar central de su estrategia. Una confirmación de los anterior es la nominación del CEO Chris Wright de Liberty Energy, una empresa de fracking con sede en Denver. Wright es considerado un negacionista, es decir, no cree en el cambio climático.
3. Energía Nuclear y Renuencia a las Renovables
Aunque ha mostrado escepticismo hacia las energías eólica y solar, es probable que Trump apoye el desarrollo de energía nuclear. No obstante, es incierto cuánto se investiga en energía renovable bajo su mando, ya que sus declaraciones sugieren que considera estas fuentes como no competitivas en comparación con los combustibles fósiles. Las iniciativas de energía limpia que fluyeron del financiamiento de la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleos y la Ley de Reducción de la Inflación podrían ser puestas en riesgo, pues Trump ha indicado su deseo de derogarlas. Sin embargo, aún bajo ese escenario la competitividad de las energías renovables versus las opciones fósiles indica que por cuestiones de mercado las renovables continuarán creciendo, aunque a un ritmo menor dado el nuevo entorno.
4. Cambios en Políticas Automotrices y Eficiencia Energética
Trump probablemente buscará desmantelar los estándares de emisión y eficiencia de combustible para vehículos, argumentando que estas regulaciones perjudican a la industria automotriz tradicional. Esto incluye la anulación de subsidios para vehículos eléctricos, que él califica de “poco americanos”. La presión estatal, especialmente de bonos relacionados con California y otros estados, podría enfrentar fuertes desafíos en cortes judiciales que se alineen con su agenda.
5. Inversiones en Infraestructura Energética
A pesar de su impulso hacia los combustibles fósiles, algunos expertos sugieren que Trump debería enfocarse en modernizar la infraestructura eléctrica de EE. UU. Ante la creciente demanda eléctrica y la necesidad de capacidad adicional, una reforma en la construcción de infraestructura energética se vuelve crucial. Las inversiones en modernización de la red eléctrica y en construcción de nuevas plantas podrían ayudar a satisfacer la creciente demanda generada por el aumento de centros de datos, la Inteligencia Artificial (AI) y tecnologías eléctricas. De hecho, actualmente existen presiones inflacionarias en los precios de electricidad, donde es probable que el impacto a la población sea mayor, dada la tendencia hacia un uso mayor de electricidad, atendiendo la megatendencia “el futuro es un mundo eléctrico”.
6. Desafíos Políticos y Judiciales
La capacidad de Trump para implementar su política energética dependerá en gran medida de su apoyo en el Congreso. La Ley de Inversión en Infraestructura, que incluye financiamiento significativo para proyectos de energía limpia, aunque criticada e incluso sin apoyo Republicano en su aprobación inicial, ha resultado muy beneficiosa para la representación republicana en varios de los distritos y estados donde se llevan a cabo estos proyectos. El cambio de estas leyes requeriría un consenso que puede no darse, dados los beneficios fiscales que estos proyectos están otorgando, complicando su agenda.
Dada su retórica y sus propuestas políticas, es evidente que la administración Trump buscará un cambio radical en la dirección de la política energética de EE. UU., lejos de los esfuerzos de sostenibilidad y hacia un enfoque que prioriza la producción de combustibles fósiles. Aunque hay obstáculos significativos para lograr todos estos objetivos, su administración promete intensificar una guerra contra las políticas climáticas, buscar desregulaciones e intentar revertir el enfoque de inversión en energías limpias y sostenibles. Con el cambio de liderazgo, el futuro de la política energética de EE. UU. se perfila incierto, pero indudablemente a favor de los intereses de la industria de combustibles fósiles.
Escenarios Futuros y Probabilidades:
- Más Probable (50%): Trump se retira del Acuerdo de París y de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, implementando una fuerte desregulación en la producción de combustibles fósiles y limitando las inversiones en energías renovables y eficiencia energética.
- Poco Probable (20%): A pesar de las intenciones de desregular, la presión popular y las demandas de empresas e inversores hacia energías limpias y sostenibles generan un impulso que obliga a Trump a equilibrar su agenda, manteniendo algunas políticas de energía limpia de la administración anterior.
- Probable (30%): Trump se enfoca en avanzar con la producción de combustibles fósiles, mientras que al mismo tiempo inicia algunas reformas en la infraestructura eléctrica para modernizar el sistema, lo que podría resultar en un aumento en la fiabilidad de suministro, pero sin comprometerse plenamente con la energía renovable.
Estas probabilidades son estimaciones que reflejan la percepción actual sobre el posible desarrollo de la política energética bajo la administración Trump, teniendo en cuenta el contexto político y social.
Algunas implicaciones para México
De acuerdo con la probable política energética de Donald Trump orientada a las energías fósiles, que tiene una clara vocación de mayor producción de hidrocarburos que en principio beneficiará a México, principalmente por los menores precios de los hidrocarburos de los que México es un importador neto, como lo es el gas natural y la gasolina. Sin embargo, esto acrecentará nuestra dependencia económica de los EE. UU., aun con los esfuerzos internos del gobierno mexicano de reducirla.
La eventual y probable salida de los EE. UU. de los acuerdos ambientales internacionales y organismos que combaten el cambio climático, reduce las presiones sobre México en materia ambiental, al menos regionalmente, lo cual facilita el camino para llevar una orientación más comprometida con su socio comercial EE. UU. que con los compromisos ambientales internacionales.
Sin embargo, la perdida de liderazgo que podría asumir EE. UU. en el concierto global ambiental, y la nueva posición dominante de China, país que lidera la tecnología en las energías alternativas podría dar a México la salida perfecta para lograr una vinculación estratégica con China en el plano de desarrollo tecnológico y la creación de infraestructura proambiental y continuar con sus avances en sus compromisos internacionales en esta materia.
Un gran tema es el TMEC, dentro del acuerdo está contemplado el plano energético, sin embargo, la relación comercial con EE. UU. primordialmente se da en el subsector de Hidrocarburos, subsector donde existe una gran dependencia económica de México con EE UU. En este apartado habría que estar atentos a las eventuales presiones de EE. UU. en materia de electromovilidad y energías renovables para limitar alianzas estratégicas ambientales de México con otras regiones y países como la Unión Europea y China.
Finalmente, en el contexto de una política energética de EE. UU. proclive a las energías fósiles, México podría acceder a una gran oportunidad de consolidar una ventaja más dentro del nearshoring y lograr reubicar inversiones globales en México, de avanzar firmemente en sus compromisos ambientales.
Seguramente veremos muchos componentes más de información en la medida que la nueva administración federal de los EE. UU. tome posesión a final del mes de enero del 2025.