Introducción
La eficiencia energética ha emergido como un pilar fundamental en la construcción de un futuro sostenible y resiliente. Su influencia abarca múltiples dimensiones clave para el bienestar económico, social y ambiental que se cubrirán en el presente análisis con información de la Agencia Internacional de Energía (AIE), demostrando ser una estrategia eficaz para impulsar el crecimiento económico, reducir costos, mejorar la salud y fortalecer la seguridad energética. A medida que enfrentamos los desafíos del cambio climático, la creciente demanda de energía y las desigualdades sociales, la implementación de políticas y acciones que promuevan un uso más inteligente y eficiente de nuestros recursos energéticos se vuelve imprescindible. Este artículo presenta una visión integral de los beneficios y oportunidades que ofrece la eficiencia energética, destacando su papel central en la transformación hacia un sistema más sostenible, inclusivo y competitivo.
Ahorro de energía
La eficiencia energética ha demostrado ser clave para reducir costos y gestionar de manera sostenible el incremento en la demanda de energía. En las últimas dos décadas, las acciones en este ámbito han permitido ahorrar más de 27 exajoules, equivalentes al 20% del consumo total, contrarrestando significativamente el crecimiento impulsado por la expansión económica; de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Los principales avances se han registrado en los sectores industrial, de servicios y residencial, donde las mejoras tecnológicas y de gestión han generado ahorros sustanciales, incluso frente a un aumento en la actividad y el tamaño de los hogares. En transporte, la innovación en vehículos de pasajeros ha contribuido con cerca de una sexta parte del ahorro, superando el impacto del incremento en viajes y distancias recorridas, mientras que las mejoras en transporte de carga han tenido un impacto limitado (1%).
Asequibilidad
La eficiencia energética es un elemento estratégico para mejorar la accesibilidad y reducir los costos energéticos de los hogares, combatiendo la pobreza energética. En economías avanzadas, puede reducir hasta en un tercio el gasto energético doméstico, mientras que en economías emergentes, además de disminuir costos, facilita el acceso a servicios esenciales.
El uso de electrodomésticos de alta eficiencia —como refrigeradores y luminarias— no solo genera ahorros económicos sustanciales (hasta un 40% en costos de por vida), sino que también mejora la calidad de vida. En África subsahariana, el 80% de la población podría acceder a los electrodomésticos básicos si optara por modelos eficientes y tuviera acceso confiable a electricidad, en comparación con solo el 50% con modelos de baja eficiencia.
Desde una perspectiva social, la eficiencia energética beneficia particularmente a los hogares de bajos ingresos, reduciendo su carga en gastos energéticos y facilitando el acceso a mejores condiciones de vida. En países en desarrollo, estos ahorros liberan recursos que permiten incrementar el uso de servicios como aire acondicionado, iluminación y cocción limpia, promoviendo bienestar y progreso social.
Competitividad
La eficiencia energética es un catalizador clave para la competitividad empresarial y nacional. A nivel de empresa, permite reducir costos, optimizar procesos y elevar el valor de los productos. A nivel país, contribuye a disminuir la energía requerida para mantener la actividad económica, reflejándose en aumentos de valor agregado sustentados y sostenibles.
A nivel global, las industrias generan un 20% más de valor con la misma cantidad de energía que hace dos décadas. En la Unión Europea, las manufacturas producen un 50% más de valor, utilizando un 25% menos de energía desde 2000, evidenciando la eficiencia lograda.
La gestión continua de la eficiencia energética en la industria puede generar ahorros anuales superiores al 10% en costos energéticos en tres años, y hasta un 60% a largo plazo. Además, cada dólar ahorrado en energía puede traducirse en un dólar adicional en beneficios operativos, por la optimización de recursos y aumento de productividad.
Implementar estrategias de eficiencia aumenta la utilización de equipos, la capacidad de producción y la calidad del producto, fortaleciendo la reputación de la empresa. Reduce tiempos de inactividad, paros no programados y costos de mantenimiento, además de requerir menos recursos humanos y mejorar la salud y seguridad laboral, disminuyendo accidentes y gastos en seguros.
Inversiones en la red
La eficiencia energética es una estrategia esencial para gestionar el crecimiento de la demanda eléctrica, reduciendo la presión sobre las inversiones en infraestructura de generación y transmisión. Su implementación es más rápida y rentable que las ampliaciones convencionales, costando menos de la mitad por unidad de energía suministrada y realizándose en menos de un año, frente a los largos plazos requeridos por proyectos de nueva capacidad.
A nivel económico, alcanzar un teravatio-hora adicional mediante eficiencia energética cuesta entre 10 y 50 millones de dólares, en contraste con los 30 a 150 millones de dólares necesarios para construir esa misma capacidad en generación y transmisión, traduciendo en ahorros significativos de inversión.
Desde la gestión de redes, las medidas del lado de la demanda, como modernización industrial y rehabilitación de edificios, no solo aceleran su implementación, sino que también reducen la congestión, uno de los principales factores que elevan costos operativos. La reducción de la congestión en picos de demanda puede disminuir costos, mejorar la eficiencia del sistema y facilitar la integración de mayor electrificación y descarbonización.
El ejemplo de Australia demuestra que las respuestas a la demanda pueden generar valor de hasta 11 mil millones de dólares anuales para 2042. A nivel global, se proyecta que estas soluciones podrían satisfacer hasta el 50% de las necesidades de flexibilidad en corto plazo para 2050.
Seguridad energética
La eficiencia energética es clave para fortalecer la seguridad energética, al reducir la dependencia de importaciones de combustibles fósiles, mejorar la fiabilidad de las redes eléctricas y mitigar riesgos de interrupciones en el suministro. Gracias a las políticas de eficiencia implementadas en las últimas décadas, los países han evitado la necesidad de importar un 20% más de combustibles fósiles, reforzando así su seguridad energética.
En ámbitos específicos, medidas en la UE y Japón han logrado reducir significativamente las importaciones de gas y petróleo, respectivamente, mediante la mejora de la eficiencia en sectores industriales y transportes. Simultáneamente, estrategias de respuesta a la demanda, como retroalimentación en tiempo real y comunicación proactiva, han permitido reducir en un 3% la carga máxima durante picos de consumo en países como Reino Unido y Estados Unidos, mejorando la estabilidad del sistema.
En regiones con desafíos de fiabilidad sistémica, como India, la gestión de la demanda es vital. La rápida adopción de electrodomésticos, en particular aires acondicionados, está aumentando la carga máxima en verano, alcanzando potenciales picos de hasta 47 GW si no se implementan medidas de eficiencia. La adopción de estándares más exigentes para equipos de alta eficiencia podría reducir esa carga en casi 9 GW, disminuyendo el riesgo de apagones y reforzando la resiliencia energética.
Reducción de emisiones
La eficiencia energética es fundamental para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y contaminantes atmosféricos, siendo una de las herramientas más eficaces para avanzar hacia un sistema energético sostenible. Desde 2010, ha evitado cerca del 20% de las emisiones mundiales de CO₂ relacionadas con la energía, superando las emisiones totales de India y la Unión Europea en ese año.
Acelerar la adopción de medidas de eficiencia podría representar hasta un 33% de las reducciones necesarias para alcanzar las metas de emisiones netas cero en 2050, siendo clave en la lucha contra el cambio climático. Además, contribuye significativamente a mejorar la calidad del aire y la salud pública, al disminuir contaminantes locales como PM2.5 y óxidos de nitrógeno.
Pese a que las emisiones globales de CO₂ aumentaron un 15% entre 2010 y 2023, las mejoras en eficiencia ayudaron a evitar aproximadamente 7 gigatoneladas de emisiones en ese período. A nivel local, intervenciones como la rehabilitación de viviendas y la promoción del transporte sostenible mejoran la calidad del aire interior y exterior, beneficiando especialmente a comunidades vulnerables.
En el ámbito doméstico, reemplazar tecnologías tradicionales de cocción y calefacción por alternativas modernas y limpias, como estufas de gas licuado (GLP), reduce drásticamente la exposición a contaminantes, salvando vidas y promoviendo prácticas más eficientes. La implementación de estas medidas es vital para avanzar hacia un futuro energético más limpio y saludable.
Trabajos Verdes
La inversión en eficiencia energética es una palanca importante para la generación de empleo a nivel mundial, actualmente empleando a cerca de 10 millones de personas, lo que representa casi el 15% de los trabajos relacionados con la energía.
Por cada millón de dólares invertido en este sector, se pueden crear y mantener entre 4 y 22 empleos anualmente, dependiendo del sector y la medida implementada. En edificios, la generación de empleo oscila entre 5 y 22 puestos; en la industria, entre 4 y 14; y en transporte, entre 5 y 15. Además, la reducción en gastos energéticos impulsa el crecimiento empresarial, aumenta la competitividad y genera oportunidades en instalación, mantenimiento, reparación, fabricación y distribución de tecnologías eficientes.
A nivel local, estas inversiones fomentan empleos directos en comunidades, especialmente en sectores como construcción y auditoría energética, reforzando el desarrollo regional. La inversión en capacitación también es crucial para maximizar estos beneficios y reducir riesgos de escasez de mano de obra calificada.
En economías como Estados Unidos, la eficiencia energética genera más empleo que otros sectores energéticos tradicionales, y en regiones con altas tasas de desempleo, su impacto es aún mayor. Además, la adopción de tecnologías eficientes mejora las condiciones laborales, aumenta el confort en los espacios de trabajo y ayuda a las empresas a reducir costos, protegiendo empleos y fortaleciendo la sostenibilidad laboral.
Valores de activos
La eficiencia energética aumenta el valor de activos como viviendas, edificios y equipos, además de reducir tasas de vacancia y extender la vida útil de la infraestructura. En el sector inmobiliario, edificios eficientes pueden alcanzar primas de precio de entre un 3% y 20%, mejorando la rentabilidad tanto en ventas como en alquileres.
Para propietarios e inquilinos, las mejoras en eficiencia generan beneficios mutuos: mayores valores de los activos, mayor confort, mejor salud y menores costos energéticos. Esto facilita el alquiler y aumenta la satisfacción del arrendatario, siempre que los incrementos en renta sean proporcionales a los ahorros en costos.
Políticas públicas, como calificaciones energéticas obligatorias e incentivos financieros, pueden garantizar que las ganancias beneficien a todos los actores, especialmente a los hogares vulnerables. Aunque existe el desafío del “incentivo dividido”, la evidencia muestra que inversiones en eficiencia reducen la rotación de inquilinos y las tasas de vacancia, incentivando a los propietarios a invertir en mejoras.
Salud
La eficiencia energética tiene un impacto positivo en la salud, mejorando los entornos interiores y exteriores, con temperaturas, humedad y calidad del aire más saludables. Estas mejoras contribuyen a reducir enfermedades respiratorias, problemas de salud y gastos médicos asociados.
Según la Organización Mundial de la Salud, en 2020, la contaminación del aire en hogares causó más de tres millones de muertes. La modernización energética y el aislamiento térmico en viviendas mejoran el bienestar, especialmente en grupos vulnerables. Estudios muestran que el 90% de intervenciones en edificios reportaron beneficios en salud respiratoria, mental y en la satisfacción de vida.
Beneficios constatados en diferentes países incluyen: en Australia, casi la mitad de participantes atribuyen mejoras en salud a sistemas eficientes; en Sudáfrica, una reducción del 81% en enfermedades autodeclaradas; en Nueva Zelanda, ahorros superiores a mil millones de dólares en salud; y en Irlanda, reducción de visitas médicas en un 50% y hospitalizaciones en un 40%.
Además, la eficiencia energética ayuda a mitigar los efectos del frío y la pobreza energética, reduciendo ansiedad, estrés y depresión. Reformas como el aislamiento y una iluminación pública eficiente aumentan la percepción de seguridad y promueven el uso de espacios públicos, con reducciones energéticas de hasta el 80% en Brasil e India.
Estos beneficios son especialmente relevantes en comunidades vulnerables, ya que pueden disminuir en un 20% el ausentismo escolar en niños con asma y reducir en más del 30% el riesgo de mortalidad en mayores de 65 años con antecedentes cardiovasculares.
Crecimiento económico
La eficiencia energética es un impulsor esencial del crecimiento económico, permitiendo producir más con la misma cantidad de energía. Desde 2000, la economía mundial ha aumentado en un 36% su PIB por unidad de energía, y en las últimas dos décadas, las mejoras en eficiencia han generado un valor adicional cercano a 50 billones de dólares, casi el doble del PIB de Estados Unidos, sin incrementar el consumo energético.
Este desacople entre crecimiento y demanda energética facilita una economía más eficiente y resiliente, generando beneficios en productividad, empleo, precios y otros indicadores económicos. Estudios en Canadá y EE. UU. muestran que cada dólar invertido en eficiencia puede producir entre 4 y 7 dólares en PIB, y que duplicar la productividad energética puede elevar el PIB en más de 900 mil millones de dólares.
En Europa, las inversiones en eficiencia han contribuido a reducir los déficits públicos, además de mejorar la productividad laboral, con incrementos de entre 1,4% y 3,6% por trabajador en empresas europeas. La eficiencia energética no solo optimiza el uso de recursos, sino que también impulsa un crecimiento económico sostenible y equitativo, con impactos positivos en ingresos públicos y en la calidad de vida.