Por Energy Insights
Introducción
Las tensiones geopolíticas y la fragmentación representan serios riesgos para la seguridad energética y la reducción coordinada de emisiones a nivel global. Los conflictos en el Medio Oriente y la guerra de Rusia en Ucrania destacan los peligros persistentes para la seguridad energética mundial. Aunque en 2023 la crisis energética global comenzó a amainar, el riesgo de nuevas interrupciones sigue siendo elevado. La experiencia reciente demuestra lo rápido que las dependencias pueden convertirse en vulnerabilidades; esto es aplicable también a las cadenas de suministro de energía limpia con alta concentración de mercado, lideradas por China.
Los mercados tanto de combustibles tradicionales como de tecnologías limpias están cada vez más fragmentados. Desde 2020, se han implementado casi 200 medidas comerciales que impactan las tecnologías de energía limpia, en su mayoría restrictivas, frente a 40 en el quinquenio anterior. Esto refleja el deseo de los países de preservar el valor en estos mercados y utilizar restricciones comerciales para reducir el rezago tecnológico e industrial.
La fragilidad de los mercados energéticos actuales subraya la importancia de la seguridad energética, especialmente para sistemas eficientes y limpios. Los impactos visibles del cambio climático, el impulso hacia energías limpias y las características de estas tecnologías están redefiniendo el concepto de seguridad energética. Por tanto, un enfoque integral debe abarcar no solo combustibles tradicionales, sino también la transformación segura del sector eléctrico y la resiliencia de las cadenas de suministro de energía limpia. La seguridad energética y la acción climática están profundamente interconectadas: los eventos climáticos extremos, intensificados por décadas de altas emisiones, ya suponen riesgos significativos para la seguridad energética.
Las transiciones hacia energías limpias se han acelerado notablemente en los últimos años, impulsadas por políticas gubernamentales y estrategias industriales; sin embargo, existe una incertidumbre inusual a corto plazo sobre la evolución de estas políticas. En 2024, países que representan la mitad de la demanda energética global celebrarán elecciones, y los temas de energía y clima son relevantes para votantes afectados por altos precios y fenómenos climáticos extremos. A pesar de la influencia de estas políticas, no son las únicas fuerzas que impulsan el crecimiento de la energía limpia. Existen fuertes razones de costos y una intensa competencia por el liderazgo en sectores de energía limpia, que son fuentes de innovación, crecimiento económico y empleo. Las perspectivas energéticas son más complejas y multifacéticas que nunca, complicando la adopción de una visión única del futuro energético.
Los riesgos geopolíticos persisten, pero los equilibrios del mercado están relajándose, lo que genera una intensa competencia entre combustibles y tecnologías. La transición hacia un sistema energético más seguro y sostenible se desarrollará en un nuevo contexto de mercado, caracterizado por riesgos geopolíticos continuos y una oferta abundante de diversos combustibles y tecnologías.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima un excedente de petróleo y gas natural licuado (LNG) en la segunda mitad de la década de 2020, junto con una capacidad excedente significativa en la manufactura de tecnologías clave de energía limpia, especialmente paneles solares fotovoltaicos y baterías. Esto ofrece margen ante interrupciones del mercado, pero también induce presión a la baja sobre los precios y un período de mayor competencia entre proveedores. El reciente aumento en el despliegue de energía limpia coincidió con una volatilidad en los precios de los combustibles fósiles. Aunque los costos de las tecnologías limpias están disminuyendo, mantener y acelerar este impulso en un mundo de precios de combustibles más bajos representa un nuevo desafío. Las decisiones de consumidores y políticas gubernamentales tendrán un impacto crucial en el futuro del sector energético y en el combate al cambio climático.
Energías limpias y transición energética
La transición hacia energías limpias está avanzando a un ritmo sin precedentes, con más de 560 gigavatios de nueva capacidad renovable añadida en 2023. No obstante, este avance es desigual entre tecnologías y países. Las inversiones en energías limpias se acercan a los 2 billones de dólares anuales, casi el doble que lo destinado a nuevos suministros de petróleo, gas y carbón. Además, tras el aumento de costos postpandemia, las tecnologías limpias están viendo una reducción en sus precios. Esto permitirá que la capacidad de generación renovable crezca de 4,250 gigavatios actuales a casi 10,000 gigavatios para 2030, según la AIE. Aunque no alcanza el objetivo de triplicación fijado en la COP28, es suficiente para satisfacer la creciente demanda global de electricidad y disminuir la dependencia del carbón. Junto con la energía nuclear, las fuentes de bajas emisiones generarán más de la mitad de la electricidad mundial antes de 2030.
China lidera este cambio, con un 60% de la nueva capacidad renovable incorporada en 2023. Para principios de la próxima década, la generación solar fotovoltaica de China superará la demanda eléctrica actual de Estados Unidos. Sin embargo, tanto en China como en otros lugares, sigue existiendo incertidumbre sobre la rapidez y eficiencia de la integración de las nuevas capacidades renovables en los sistemas eléctricos y si las expansiones de la red y tiempos de permisos podrán mantenerse. En muchas economías en desarrollo, la incertidumbre política y el alto costo del capital están limitando los proyectos de energía limpia. En economías avanzadas, hay un panorama mixto: algunas áreas experimentan aceleración mientras otras, como la venta de bombas de calor en Europa, sufren caídas.
Lograr duplicar la tasa de mejora en eficiencia energética podría ofrecer mayores reducciones de emisiones para 2030, aunque parece inalcanzable bajo las políticas actuales. Asimismo, existen políticas y tecnologías efectivas para reducir significativamente las emisiones de metano en operaciones de combustibles fósiles, pero los esfuerzos han sido inconsistentes.
El impulso de las energías limpias es lo suficientemente fuerte para lograr un máximo en la demanda de combustibles fósiles para 2030. A medida que las economías emergentes y en desarrollo impulsan la demanda de servicios energéticos, la evolución de las transiciones energéticas garantizará que la economía mundial crezca sin depender de más petróleo, gas o carbón. Pese a la expansión récord de energías limpias, en 2023 dos tercios del incremento de consumo global fueron cubiertos por combustibles fósiles, elevando las emisiones de CO₂ a niveles históricos. De acuerdo con la AIE, los mayores incrementos en demanda energética provienen de India, el Sudeste Asiático, el Medio Oriente y África. Sin embargo, el auge de energías limpias y los cambios estructurales en la economía global están moderando el crecimiento energético global, dado que un sistema enriquecido con renovables es más eficiente que uno dominado por combustibles fósiles. Los resultados pueden variar anualmente según las condiciones, pero la dirección bajo las políticas actuales es clara: después de 2030, el crecimiento de la demanda energética podrá satisfacerse solo con energías limpias.
El mundo necesita y puede avanzar más rápido. Una capacidad manufacturera suficiente para energía limpia permite transiciones más aceleradas y alineadas con los objetivos de emisiones netas cero. En cinco años, las adiciones anuales de capacidad solar se cuadruplicaron a 425 gigavatios, y la manufactura está proyectada para superar los 1,100 gigavatios anuales. Este nivel estaría cerca de lo necesario en el escenario de emisiones netas cero. Una tendencia similar se observa con las baterías de iones de litio. Llevar estas tecnologías a gran escala a las economías en desarrollo transformaría las perspectivas globales, satisfaciendo la creciente demanda de manera sostenible y permitiendo reducir significativamente las emisiones globales. Esto requiere esfuerzos concertados para invertir en economías en desarrollo abordando los riesgos que aumentan el costo del capital. Aunque los períodos de oferta abundante presentan retos para nuevos participantes, mejorar la resiliencia y diversidad de las cadenas de suministro de energías limpias y minerales críticos sigue siendo vital, ya que actualmente están altamente concentradas en China.
La Perspectiva Energética
La demanda de electricidad está en auge, y se perfila un nuevo sistema energético más electrificado a nivel global. En la última década, el uso de electricidad ha crecido al doble del ritmo de la demanda energética general, con China aportando dos tercios del aumento global. Se prevé que esta tendencia se acelere, añadiendo anualmente al consumo eléctrico mundial el equivalente a la demanda de Japón, especialmente en escenarios alineados con objetivos de emisiones netas cero.
Las proyecciones para 2035 de acuerdo con la AIE sugieren un incremento del 6% en la demanda eléctrica global, equivalente a 2,200 TWh más que su último informe global, impulsado por sectores como la industria ligera, la movilidad eléctrica, la refrigeración, los centros de datos y la inteligencia artificial (IA). El papel de los centros de datos es clave, particularmente por el crecimiento del uso de IA, que no solo tiene impactos locales significativos sino también potencial para mejorar la coordinación del sector eléctrico y acelerar la innovación.
Con más de 11,000 centros de datos registrados mundialmente, los efectos en los mercados eléctricos, aunque localmente importantes, representan una fracción pequeña del aumento total hasta 2030. Las olas de calor más intensas de lo previsto y estándares más estrictos para electrodomésticos, como los aires acondicionados, pueden provocar fluctuaciones significativas en la proyección de la demanda eléctrica. Para 2035, el incremento en ingresos y temperaturas globales podría añadir más de 1,200 TWh en demanda global de refrigeración, superando el consumo eléctrico total actual de Medio Oriente de acuerdo con la AIE.
La Perspectiva en los Hidrocarburos
El auge de la movilidad eléctrica, liderado por China, desafía a los productores de petróleo. De acuerdo con la AIE, la desaceleración del crecimiento de la demanda de petróleo crea un excedente notable de oferta para los principales propietarios de recursos. China, motores del crecimiento petrolero en décadas pasadas, está cambiando hacia la electricidad. Se espera que su uso de petróleo para transporte terrestre disminuya, aunque este descenso se compense con un aumento en el uso petroquímico. India, por su parte, lidera el crecimiento de la demanda, sumando casi 2 millones de barriles diarios para 2035.
Los vehículos eléctricos (EV), especialmente los de fabricantes chinos, están aumentando su presencia en el mercado. Actualmente, los EV representan el 20% de las ventas de automóviles nuevos a nivel mundial, con proyecciones que alcanzan el 50% para 2030 de acuerdo con la AIE, un nivel que China está por alcanzar. Esto desplazará alrededor de 6 millones de barriles diarios de la demanda de petróleo. Si el crecimiento de EV se ralentizara, manteniéndose por debajo del 40% al final de la década, se agregarían 1.2 millones de barriles diarios a la demanda proyectada de petróleo en 2030, aunque se observaría una estabilización global.
El suministro adicional de petróleo a corto plazo proviene mayormente de las Américas, presionando las estrategias de gestión de mercado de la OPEP+. Se proyectan precios entre 75-80 USD por barril, lo que requiere restringir producción y aumentar la capacidad excedente, actualmente en niveles récord de alrededor de 6 millones de barriles diarios.
La capacidad global de exportación de gas natural licuado (GNL) aumentará casi un 50% hacia 2030, liderada por Estados Unidos y Qatar. Sin embargo, los precios necesarios para hacer atractivo el GNL en economías en desarrollo son menores de lo que se requiere para recuperar inversiones. Unos 270 mil millones de metros cúbicos de nueva capacidad de GNL han sido aprobados. De acuerdo con el modelo de la AIE la demanda de GNL crece un 2.5% anual hasta 2035, superando el crecimiento general del gas. Europa y China tienen la infraestructura para absorber más gas, pero sus inversiones en energía limpia limitan su capacidad de equilibrar el mercado. Las economías emergentes, por el lado de la demanda necesitarían precios de USD 3-5 por MBtu para que el gas sea competitivo. En contraste, se necesitan costos de entrega de USD 8 por MBtu para cubrir nuevas inversiones en exportación por el lado de la oferta.
El nuevo contexto del mercado podría beneficiar a los países importadores de combustible, como Europa y el sur y sureste de Asia, que han sido afectados por altos precios. Durante la crisis energética de 2022, los consumidores globales gastaron cerca de 10 billones de dólares en energía. Precios más bajos aliviarían alguna presión, especialmente en Europa, que enfrenta altos costos comparado con EE. UU. y China. Este alivio permitiría a los gobiernos enfocar inversiones en renovables, redes y eficiencia, además de facilitar la eliminación de subsidios ineficientes. Sin embargo, el gas más barato podría ralentizar la transición a tecnologías limpias, complicando el cierre de brechas con alternativas como el biometano y el hidrógeno verde o de bajas emisiones.
El Sistema Energético Global
Un sistema energético sostenible debe centrarse en las personas y ser resiliente. Es crucial construir un nuevo sistema energético que priorice la seguridad, resiliencia y flexibilidad, asegurando que los beneficios de la economía energética se distribuyan equitativamente. En la AIE las preocupaciones sobre la seguridad energética persisten, especialmente para los importadores en Asia, cuya dependencia de las importaciones de petróleo y gas podría alcanzar casi el 90% para el petróleo y alrededor del 60% para el gas hacia 2050.
Al mismo tiempo, la transición hacia la energía limpia plantea desafíos para la seguridad eléctrica; el crecimiento de la demanda de electricidad y la generación variable aumentan la necesidad de flexibilidad en los sistemas eléctricos, tanto a corto plazo como estacionalmente. Esto exige un reequilibrio en la inversión hacia redes y almacenamiento de baterías. Actualmente, por cada dólar destinado a energía renovable, se invierten 60 centavos en redes y almacenamiento, con la expectativa de alcanzar la paridad en la década de 2040 en todos los escenarios. Además, muchos sistemas eléctricos son vulnerables a eventos climáticos extremos y ciberataques, subrayando la importancia de invertir en resiliencia y seguridad digital.
Líneas divisorias están emergiendo en temas energéticos y climáticos, y solo podrán superarse con mayor apoyo a los países, comunidades y hogares más pobres para gestionar los costos iniciales de la transición energética, lo que requiere un incremento significativo del apoyo internacional.
Los altos costos de financiamiento y los riesgos asociados limitan la adopción de tecnologías limpias competitivas en las regiones más necesitadas, particularmente en economías en desarrollo, donde tales tecnologías pueden generar beneficios significativos para el desarrollo sostenible y la asequibilidad.
La falta de acceso a energía moderna es la principal inequidad del sistema energético actual: 750 millones de personas, principalmente en África subsahariana, carecen de acceso a electricidad, y más de 2 mil millones no cuentan con combustibles limpios para cocinar. Afortunadamente, las proyecciones para proyectos de acceso están mejorando gracias a la reducción de costos de tecnología, nuevas políticas, mayor disponibilidad de opciones de pago digital y modelos de negocio “pay-as-you-go”. Sin embargo, se requiere un enfoque más robusto en la electrificación de usos productivos, lo que puede mejorar la viabilidad financiera de los proyectos.
Las conversaciones sobre financiamiento climático en la COP29 y el G20 serán un indicador clave sobre las perspectivas para escalar inversiones en energía limpia en economías en desarrollo. Esto también exigirá fortalecer visiones políticas nacionales, políticas e instituciones, así como fomentar la colaboración con el sector privado.
Escenarios Globales y sus Impactos
A pesar del creciente impulso hacia las transiciones energéticas, el mundo todavía se encuentra lejos de alcanzar una trayectoria que cumpla con los objetivos climáticos. Las decisiones tomadas por gobiernos, inversionistas y consumidores a menudo perpetúan las fallas del sistema energético actual en lugar de impulsarlo hacia un futuro más limpio y seguro. Aunque hay desarrollos positivos, los modelos basados en datos de la AIE muestran que las políticas actuales aún conducen a un aumento proyectado de 2.4 °C en las temperaturas promedio globales para 2100, lo que conlleva riesgos cada vez más severos derivados del cambio climático.
El análisis de escenarios de la AIE muestra que, por un tiempo, los compradores y consumidores podrían tener ventaja en los mercados energéticos, con los proveedores compitiendo por su atención mientras evalúan opciones de combustibles y tecnologías que tienen implicaciones variadas para el sector energético y sus emisiones.
Es fundamental que todas las partes reconozcan las consecuencias de depender de los combustibles fósiles. Aunque puede haber una presión temporal a la baja sobre los precios de los combustibles, la historia energética demuestra que eventualmente este ciclo se invertirá y los precios volverán a aumentar.
Mientras tanto, los costos de la inacción climática se incrementan cada día, con emisiones acumulándose en la atmósfera y fenómenos climáticos extremos generando costos impredecibles. En contraste, las tecnologías limpias, que son cada vez más rentables, están destinadas a seguir siéndolo, ofreciendo una menor exposición a las fluctuaciones de los mercados de materias primas y beneficios duraderos para la humanidad y el planeta.
Implicaciones para México: Un Enfoque Estratégico
El panorama energético global presenta tanto oportunidades como desafíos para México. La prevista sobreoferta de hidrocarburos, particularmente gas natural licuado (GNL), podría traducirse en menores costos de importación de combustibles como gasolina y diésel, mitigando la dependencia de Estados Unidos. Sin embargo, la volatilidad inherente a los mercados energéticos, según la AIE, exige una estrategia de seguridad energética robusta que incluya inversiones estratégicas en infraestructura de almacenamiento y producción, optimizando la rentabilidad en cada caso.
La abundancia de GNL amerita una evaluación cuidadosa de las inversiones en proyectos de licuefacción, considerando los riesgos inherentes al mercado. Un equilibrio entre la posible rentabilidad a corto plazo y la sostenibilidad a largo plazo es crucial.
En el sector eléctrico, la creciente demanda —impulsada por centros de datos, olas de calor y la electrificación del transporte— demanda una inversión continua en infraestructura de generación y transmisión. Una estrategia óptima implicaría un balance entre el aprovechamiento de la coyuntura actual de sobreoferta de gas natural y la aceleración de la transición hacia fuentes renovables, considerando las implicaciones climáticas y los compromisos ambientales internacionales.
Para lograr lo anterior, se requiere la implementación de modelos innovadores de colaboración público-privada, destinados a impulsar las inversiones necesarias en infraestructura energética. Esto abarca desde la producción y el almacenamiento de hidrocarburos, hasta la generación, transmisión y almacenamiento de energía eléctrica, asegurando una transición energética eficiente y sostenible.