Por Energy Insights
Introducción
De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía (AIE), el sistema eléctrico mundial se encuentra en un punto de inflexión. La demanda de electricidad crece con una fuerza inusitada, muy por encima de la tendencia de la última década, al mismo tiempo que la transición energética avanza entre tensiones geográficas y tecnológicas que configuran un panorama de oportunidades y riesgos estratégicos. La electricidad se ha consolidado como el eje de la transformación energética y como un factor crítico de competitividad para las economías.
El crecimiento previsto es contundente. Tras el repunte del 4.4% en 2024, se espera que la demanda global aumente 3.3% en 2025 y 3.7% en 2026, más del doble del ritmo al que crecerá el conjunto de la demanda energética mundial. En otras palabras, el consumo eléctrico se convierte en el termómetro más preciso para medir tanto el avance de la electrificación como la creciente vulnerabilidad de los sistemas a fenómenos externos como las olas de calor o la digitalización acelerada. El motor detrás de estas cifras es múltiple: la expansión de centros de datos, el mayor uso de aire acondicionado en regiones afectadas por temperaturas extremas, la consolidación de la electro-movilidad y el consumo industrial ligado a procesos más intensivos en electricidad.
El peso de Asia en el crecimiento global
China e India continúan siendo el epicentro de este fenómeno. Aunque en 2025 mostrarán un crecimiento más moderado en comparación con 2024, 5% y 4% respectivamente, , para 2026 se proyecta una aceleración que los llevará a 5.7% y 6.6%. El dato no es menor: en conjunto, estas dos economías representarán cerca del 60% del crecimiento mundial. En términos estratégicos, lo que suceda en Asia determinará el balance energético global, tanto en generación como en estabilidad de las cadenas de suministro de tecnologías asociadas.
Estados Unidos y Europa: trayectorias divergentes
Estados Unidos, por su parte, mantiene un desempeño robusto, con un crecimiento proyectado de 2.3% en 2025 y 2.2% en 2026, impulsado sobre todo por la explosión de los centros de datos. La Unión Europea sigue un camino más tímido: tras las caídas industriales de años anteriores, el repunte es todavía modesto, con un 1.1% en 2025 y un 1.5% en 2026. Aquí emerge una brecha de competitividad preocupante. Los precios eléctricos para industrias intensivas en energía en Europa duplican los niveles de Estados Unidos y superan en un 50% los de China, lo que erosiona la capacidad manufacturera de la región frente a sus principales rivales. La transición europea avanza, pero a un costo que presiona directamente a su tejido industrial.
Reacomodo de la matriz eléctrica
En cuanto a la generación, los próximos dos años estarán definidos por un reacomodo profundo. La solar y la eólica absorberán más del 90% del crecimiento de la demanda y alcanzarán un hito histórico: desplazar al carbón como principal fuente de generación. Ya en 2025 o, a más tardar, en 2026, el carbón caerá por debajo del 33% de la matriz, una cifra inédita en un siglo.
Este cambio no implica, sin embargo, la desaparición inmediata de los combustibles fósiles. El gas natural seguirá en expansión, alcanzando máximos históricos gracias a su papel como respaldo frente a la intermitencia renovable y a la sustitución de petróleo en Oriente Medio. La energía nuclear también experimenta un resurgimiento: nuevas unidades en Asia y reaperturas en Japón consolidan un crecimiento sostenido de 2% anual hasta 2026.
La caída del carbón en China y Europa contrasta con su repunte en Estados Unidos, donde los altos precios del gas en 2025 han incentivado un retorno coyuntural al carbón. De manera similar, la generación a gas en Europa ha aumentado como respuesta a una menor producción hidroeléctrica y eólica. La fotografía global muestra una transición que avanza, pero que lo hace de manera fragmentada y expuesta a las particularidades regionales.
Emisiones: estabilización frágil
En materia de emisiones, los datos apuntan a una estabilización relativa. Tras el aumento del 1.2% en 2024, se espera que en 2025 se moderen y que en 2026 incluso haya una ligera reducción. Este alivio es frágil. La variabilidad climática puede alterar la trayectoria en cualquier momento y, sobre todo, el peso de China en la generación mundial a base de carbón sigue siendo el factor más determinante en las cifras globales.
Precios y señales de disrupción
El frente de precios revela otra dimensión estratégica. En la primera mitad de 2025, los precios mayoristas de electricidad aumentaron entre 30 y 40% en Estados Unidos y la Unión Europea, arrastrados por el encarecimiento del gas. En contraste, India y Australia observaron caídas de entre 5 y 15%.
Más allá de la dispersión geográfica, el fenómeno que merece mayor atención es el aumento en la frecuencia de precios negativos: en mercados como Alemania, España y Países Bajos, ya representan hasta 9% de las horas del año, frente al 5% registrado en 2024. Este fenómeno pone de relieve el desajuste estructural entre la generación renovable y la capacidad de almacenamiento, y expone la urgencia de rediseñar los marcos regulatorios para habilitar una mayor flexibilidad en la oferta y la demanda.
Resiliencia y seguridad del suministro
El tema de la resiliencia energética no puede pasar desapercibido. Los apagones ocurridos este año en Chile, que dejaron sin electricidad a casi todo el país durante 17 horas, y en la península ibérica, con afectaciones por más de diez horas a millones de personas y empresas, son recordatorios contundentes de la vulnerabilidad de sistemas que se vuelven cada vez más complejos y más críticos al mismo tiempo. La inversión en infraestructura de transmisión, almacenamiento y estabilidad técnica no es un asunto opcional: es una condición de competitividad nacional en un mundo digitalizado donde una hora de interrupción puede traducirse en pérdidas millonarias.
Reflexión estratégica
El panorama eléctrico 2025-2026 combina crecimiento acelerado, transición energética y vulnerabilidades latentes. La narrativa dominante es la de una demanda que se expande con fuerza, sostenida en Asia y en el nuevo ecosistema digital, frente a una oferta que se reconfigura rápidamente hacia renovables y nuclear, pero que sigue dependiendo de fósiles como el gas y, en algunos casos, del carbón.
Las emisiones muestran un respiro relativo, pero el verdadero reto está en los precios y en la seguridad del suministro. Para la alta dirección, la lectura estratégica es clara: la electricidad no solo es un insumo, es un factor de competitividad global, y quienes no anticipen sus dinámicas corren el riesgo de quedar rezagados en un tablero donde la energía define cada vez más la viabilidad de los negocios.


