Por Amado Villarreal
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, resurge la preocupación sobre la posibilidad de que México enfrente restricciones en el suministro de gas natural proveniente del vecino del norte. Sin embargo, esta medida sería complicada de implementar desde el punto de vista económico.
Gracias al fracking, Estados Unidos se ha consolidado como uno de los principales productores de gas y petróleo a nivel mundial. Aunque Europa ha sido un importante mercado de gas natural licuado (GNL), su transición hacia energías renovables para reducir la dependencia energética de Rusia, Estados Unidos u otras regiones, ha limitado su demanda. En este contexto, México, con su cercanía geográfica y costos de transporte reducidos, sigue siendo un mercado estratégico y altamente lucrativo para el gas estadounidense.
A pesar de que México depende en gran medida del gas natural de Estados Unidos —con un 72% de su consumo total proveniente de este país y un 59% de su generación eléctrica basada en este recurso—, cerrar el suministro tendría consecuencias económicas negativas para ambas naciones. Por su parte EUA coloca en México el 31% de sus exportaciones de gas, siendo su principal mercado de exportación de gas natural.
La industria mexicana, integrada por sectores como el automotriz, electrodomésticos y maquinaria y equipo, que utilizan intensivamente el gas natural, está profundamente vinculada a cadenas productivas estadounidenses. Restringir el suministro dañaría estas sinergias, impactando no solo a México, sino también a la economía de Estados Unidos, al reducir la competitividad de ambas naciones en el mercado global.
Pensar en mercados alternativos para EUA, como China u otros países asiáticos, tampoco resulta sencillo para Estados Unidos. Estas regiones han diversificado su abastecimiento de gas mediante alianzas estratégicas con Rusia, Arabia Saudita y Emiratos Árabes, al tiempo que avanzan en su transición hacia energías renovables. Esto refuerza la posición de México como un cliente natural y rentable para el gas estadounidense. No obstante, no se puede descartar que, bajo una administración como la de Trump, pudieran implementarse medidas de presión temporal contra México, aunque esto implique costos significativos para la propia industria energética y manufacturera de Estados Unidos.