Sin Energía: Una Década sin Crecimiento Más

Por Amado Villarreal

Columna En perspectiva

La guerra comercial y la reciente ley llamada por el Presidente Trump “The Big Beautiful Bill Act” han creado incertidumbres que han afectado el comportamiento de la economía global, pero hay algo que continúa siendo resiliente que son todas las energías alternativas o limpias, también llamadas climáticas.

Las preferencias de los consumidores y la política tecnológica y de innovación global están alejando al mundo del petróleo, el gas y el carbón, y empujándolo hacia tecnologías de bajo carbono y alta eficiencia, lo cual ha permitido que las energías climáticas muestren resiliencia a pesar del entorno económico global. 

Por su parte la política energética global ha tenido contrastes en diferentes regiones del mundo. A partir de la pandemia del COVID y la guerra en Ucrania el mundo ha entendido que las fuentes fósiles son muy sensibles a estos eventos e incorporan en sus mercados alta volatilidad e incertidumbre, contaminando procesos inflacionarios en mayor o menor medida en diferentes países y regiones del mundo, dependiendo del grado de dependencia a las fuentes externas de hidrocarburos.

Sin embargo, a pesar de lo anterior, podemos ver que EE. UU. en 2025 realiza un viraje de política energética, favoreciendo a las energías fósiles y desincentivando la adopción de tecnologías climáticas, basado en su actual fortaleza de producción en petróleo y gas. Por su parte la Unión Europea en ciertas regiones como Alemania, titubean por el efecto económico en su planta industrial de mayores costos de energía, y aunque las energías renovables y las baterías reducen su costo de adopción, esto requiere de una fuerte inversión de infraestructura pública que los países europeos no pueden implementar al ritmo deseado por otras prioridades como la seguridad nacional, ralentizándose el proceso de transición energética.

Aunado a lo anterior, la política de establecer un arancel de carbono a las importaciones también ha tenido un rezago en ambas regiones, aunque Europa ha mantenido el arancel al 10% de las actividades económicas que representan el 90% de las emisiones; fiel a su necesidad de avanzar en su seguridad energética.

Por contraste, China avanza a gran velocidad, líder en inversión en la transición energética, incluso superando a las dos regiones antes mencionadas juntas, basando este esfuerzo en una política industrial centrada en innovación que le está permitiendo liderar sectores de futuro como hidrógeno verde y la fabricación de electrolizadores.

México en este entorno está muy atrás con un sector energético estatizado, lo cual está muy lejos de una política industrial basada en innovación. Sigue cargando con el peso financiero de PEMEX y CFE, limitando la participación privada, con lo cual limita el ritmo de adopción de las tecnologías climáticas y desaprovecha su riqueza de recursos naturales limitando su matriz energética y su crecimiento.

Limitar la inversión en el sector energético, es limitar la adopción de tecnologías y limitar el uso de nuestros abundantes recursos naturales, un lujo que ningún país se puede dar, sobre todo cuando existen déficits tan grandes en sectores prioritarios como educación, salud, vivienda y seguridad, que es donde el estado debería enfocar sus esfuerzos primordialmente.

Datos de crecimiento económico de México, según el Banco Mundial, muestran que su dinámica es menor que el crecimiento poblacional en los últimos 8 años 2018-2025, lo cual muestra que en el mejor de los casos el nivel de vida se ha estancado. Un crecimiento promedio de 1.0 % anual del PIB versus una tasa de crecimiento poblacional promedio anual del 0.9 %.

Hace aproximadamente una década, la comunidad internacional coincidía en que financiar la transición energética requería inmensas cantidades de capital. Sin embargo, en los últimos años, el costo de las energías renovables a nivel global se ha reducido de forma importante, lo cual está al acceso de México, como la solar y la eólica; haciendo que la descarbonización sea más accesible. Para sectores clave como el transporte, la industria cementera y la industria del acero, las inversiones en energía renovable permiten reducir costos y mejorar la competitividad, incluso considerando los retos de almacenamiento de energía y la variabilidad de las fuentes limpias.

Hoy en día, con una economía que busca reducir su huella ambiental y potenciales beneficios en seguridad energética, México tiene la oportunidad de liderar una transformación que no solo contribuya a cumplir compromisos internacionales de clima, sino que también genere empleo, impulse innovaciones tecnológicas y promueva un crecimiento económico más inclusivo y sostenible. 

La descarbonización del sistema energético mexicano puede y debe convertirse en una estrategia clave para construir un futuro más limpio, seguro y próspero para todos los mexicanos. No hay excusa ideológica que valga, de otra forma perderemos otra década de crecimiento. Venga, ábrase a la inversión privada y elimine las restricciones de participación privada en el sector de energía para poder aspirar a un aumento en la calidad de vida de todos los mexicanos, y ¡sin carga al erario¡, por favor.

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